A mis sueños, ilusiones, alegrías, penas, en fin… a mis sentimientos.
A esos que se amontonan en mi cabeza, como la gente se
amontona en una estación de trenes.
Se que todos quieren irse, todos quieren salir a sus propias
vidas, todos quieren formar sus propios mundos, pero como se enciman unos con
otros, no alcanzo a veces a distinguirlos separadamente, se mezclan, se retrasan
y no emprenden a tiempo su viaje fuera de mi cabeza… pierden el tren.
En esas ocasiones me siento culpable por no ser una buena
administradora de la estación
que esta abarrotada, y temo no hacer bien mi trabajo, que es lograr que todos
salgan ordenados, a tiempo y con sus boletos en la mano hacia sus destinos.
A veces quisiera que todo fuera mas fácil, pero ustedes se
revuelven, se pierden, se escapan, se caen en el tumulto y el apuro por abordar
cada uno su tren.
Como me gustaría que todos, hasta el ultimo,
llegaran sanos,
salvos y completos a sus destinos!
Pero pedirle a mi cabeza organizacion, es como pedirles en
una estación de trenes
que formen fila para subir sin empujarse y a veces, sin
pelear.
Como pueda, iré sacándolos.
Tienen que tener paciencia.
Ustedes, los sentimientos de la estación de mi cabeza,
arrastran su equipaje.
Unos, maletas llenas de risas.
Otros, bolsas oscuras de las que chorrean lágrimas.
Los más, baúles verdes rebosantes de sueños.
Mochilas con besos, carteras con esperanzas, maletines con
apretadas ilusiones.
Todos queriendo salir y todos queriendo llegar a destino,
ese destino blanco, lleno de renglones vacíos hambrientos de
letras,
palabras, frases, versos y estrofas.
Ese destino en el cual puedan echar raíces y quedarse para
siempre,
en el cual ser únicos, tener un nombre propio, una historia
propia.
Perdonen la tardanza, perdonen la lentitud, les prometo que
cada uno tendrá su parcela,
su hoja de papel en blanco en la cual se vuelvan eternos.
Se que a veces el descontrol me paraliza y entonces... ninguno
sale.
Entonces, todos se quedan esperando con las caras largas y
haciendo gestos de decepción.
Se que a veces pasan días en los que no hay movimiento
alguno
y ustedes, mis sentimientos, quedan sentados en los bancos
de madera de la estación.
Algunos dormidos o acurrucados en los rincones y otros
expectantes
por alguna señal que indique que por fin, voy a sentarme a
escribir,
porque quieren ser los primeros, que vestidos con la tinta
negra de mi lapicera,
vean la luz que se cuela por la ventana frente a la cual me
siento a tratar de darles
forma de poesía.
Miriam Brandan.